Día de Muertos es una de las festividades más importantes a nivel nacional. Es una celebración que se caracteriza por su historia, colores y sabores que tiene como finalidad recordar a aquellas personas que marcaron nuestras vidas y que hoy ya no están.
Una de las tradiciones más significativas de Día de Muertos son las ofrendas que funcionan como un altar para honrar a los muertos de la familia donde se ofrece alimentos, velas, flores y objetos que difunto usaba mientras que estaba con vida.
Cientos de familias mexicanas colocan estos tributos a sus seres queridos. Sin embargo, un cuestionamiento común que engloba esta costumbre es si se le puede poner ofrendas a los recién fallecidos, por esto, aquí te decimos lo que dice la tradición.
¿Se debe poner ofrenda a un recién fallecido?
Según las creencias y la tradición, si una persona muere durante los meses de agosto, septiembre y hasta octubre, no se les debe poner ofrenda debido a que, al ser una muerte tan reciente, no podrán “visitar” las ofrendas.
Esto se debe a que aún se encuentran camino hacia su encuentro con el señor de la muerte Mictlantecuhtli y la diosa Mictlancihuatl, por lo que su alma podría surfir, quedando en una especie de limbo en el que no puede volver, pero tampoco puede encontrar el descanso eterno.
El camino hacía este sagrado lugar dura cuatro años, pues los fallecidos deberán cruzar múltiples obstáculos que tienen como objetivo medir la fortaleza de nuestros espíritus para poder llegar al descanso eterno.
Por esto, no se debe colocar una ofrenda a los que se fueron recientemente. Sin embargo, desde el primer año de su deceso, se les puede comenzar a poner ofrendas y fotos en el altar.
¿Qué es el Mictlán?
Según la leyenda mexicana, el Mictlán es el lugar creado por los dioses en el que descansan eternamente las almas de quienes se nos han adelantado en el camino.
El viaje dura cuatro años, pues este es el tiempo en el que un cuerpo tarda en descomponerse. En las culturas prehispánicas se acostumbraba mantener los cuerpos de los fallecidos cerca hasta convertirse en huesos, como signo de que han llegado a su destino.
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