Las piñatas, un elemento esencial en las celebraciones mexicanas, tienen una rica historia y un profundo simbolismo que va más allá de su uso en festividades como las posadas. Tradicionalmente con siete picos, las piñatas simbolizan mucho más que solo diversión festiva.
Aunque las piñatas son reconocidas mundialmente como un ícono de la cultura mexicana, su origen tiene raíces diversas. Una teoría sugiere que Marco Polo trajo la costumbre de China a Italia, donde evolucionó y se extendió a España, y finalmente llegó a la Nueva España (México) en 1586.
Los frailes agustinos de Acolman, en el Estado de México, adoptaron la piñata para las "Misas de Aguinaldo", precursoras de las posadas actuales, viéndolas como una herramienta eficaz para la evangelización. Sin embargo, existe otra versión que apunta a orígenes prehispánicos, donde las piñatas eran parte de rituales religiosos de agradecimiento a los dioses.
La forma original de la piñata es una estrella con siete picos, cada uno representando los siete pecados capitales: pereza, envidia, gula, ira, lujuria, avaricia y soberbia. Al romperse, simbolizan la destrucción de los pecados y las tentaciones. El palo utilizado para romper la piñata representa la virtud y la fuerza para vencer al mal, mientras que la venda en los ojos simboliza la fe ciega en Dios.
Los colores vivos de la piñata representan las tentaciones, mientras que los dulces y frutas en su interior simbolizan las recompensas por mantener la fe y superar la tentación.
Con el tiempo, las piñatas han evolucionado en materiales y formas, adaptándose a tendencias modernas. Ahora, se utilizan en diversas celebraciones como cumpleaños, bautizos y fiestas en general. Aunque los materiales y el contenido han cambiado, el espíritu festivo y la tradición continúan siendo una parte integral de la cultura mexicana.