El Grito de Independencia, un momento emblemático en la historia de nuestro país, se celebra el 15 de septiembre con gran pasión. A diferencia de otros países, la mayoría de las naciones latinoamericanas enfocan su celebración en el inicio del proceso de independencia en lugar de su consumación.
Para México, esta fecha conmemora el coraje y la valentía de los nativos y criollos que se alzaron en armas el 15 y 16 de septiembre de 1810 para liberarse del dominio español que había perdurado durante más de tres siglos.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el Virreinato de Nueva España, que abarcaba desde Costa Rica hasta la frontera actual entre Estados Unidos y Canadá, fue influenciado por las ideas de la Ilustración europea, que promovían la libertad, la igualdad y los derechos individuales.
Los intelectuales criollos comenzaron a cuestionar el sistema colonial y a solicitar reformas a la Corona española. Este movimiento conspirativo y clandestino se gestó en la ciudad de Querétaro a principios de la década de 1800.
La independencia se logró poco después de una década de agitación, con numerosos eventos importantes antes de la consumación oficial el 28 de septiembre de 1821, cuando Agustín de Iturbide firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano.
La invasión de Napoleón Bonaparte a España y la colocación de José I Bonaparte en el trono español debilitaron el Imperio español y llevaron a la pérdida de territorios. Esto, combinado con el deseo de emancipación de los mexicanos, creó una tensión que culminó el 16 de septiembre de 1810.
Esa madrugada, el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla, conocido como el Padre de la Patria, tocó la campana de Dolores y pronunció el famoso Grito de Independencia, expresando su lealtad a la Virgen de Guadalupe, la Iglesia católica, la independencia y América, mientras condenaba al mal gobierno, las injusticias y los españoles nacidos en España.