Miguel Hidalgo y Costilla, conocido como el Padre de la Patria, nació el 8 de mayo de 1753 en la Hacienda de Corralejo, cerca de Pénjamo, Guanajuato. A los 12 años, se trasladó a Valladolid (hoy Morelia) para estudiar con los jesuitas. Después de su expulsión en 1767, ingresó al Colegio de San Nicolás, donde se formó en teología, filosofía y artes, dominando una plétora de idiomas que incluía náhuatl, otomí, tarasco, latín, francés e italiano.
A los 25 años, fue ordenado sacerdote y, a los 39, se convirtió en rector del Colegio de San Nicolás. Su liderazgo fue interrumpido por presiones eclesiásticas que lo llevaron a trasladarse entre varios curatos. Como sacerdote, Hidalgo se entregó a enseñar a los indígenas técnicas agrícolas, apicultura y oficios como cerámica y ladrillos.
En 1810, empujado por su generosidad y el afecto de su feligresía, asumió el mando de la lucha por la independencia. Tras el descubrimiento de la conspiración de Querétaro, lanzó el Grito de Dolores, enarbolando el estandarte de la Virgen de Guadalupe y llamando a un levantamiento contra el mal gobierno. Inició con 300 hombres, pero su ejército se incrementó a más de 30 mil en días.
Tomó Guanajuato y abolió la esclavitud en Valladolid, instando a otros curas a unirse. Intentó capturar Ciudad de México, pero tras el enfrentamiento en Monte de las Cruces, desistió. Sufrió una gran derrota en Aculco y se dirigió a Guadalajara. En 1810 fue declarado hereje y, tras ser traicionado por Ignacio Elizondo, fue capturado en 1811.
Miguel Hidalgo fue ejecutado en Chihuahua el 30 de julio de 1811. Su cabeza quedó expuesta en la Alhóndiga de Granaditas como advertencia hasta 1821. Su legado se mantiene vivo como símbolo imperecedero de libertad, soberanía y justicia en México.