En una revolución energética sin precedentes, México se convierte en el eje crucial para la expansión del gas natural estadounidense hacia los mercados asiáticos, con una terminal de exportación en el Pacífico programada para operar para 2025. Este avance representa no solo una transformación en el comercio global de gas, sino también un punto de inflexión en las discusiones sobre el cambio climático y el uso de combustibles fósiles.
El descubrimiento de un atajo a través de México por parte de la industria de los combustibles fósiles de Estados Unidos promete reducir drásticamente el tiempo de tránsito hacia Asia, evadiendo los retos que implica el tráfico y la sequía en el Canal de Panamá. Esta nueva ruta se anticipa como un catalizador de cambio, potenciando el comercio de gas natural y posicionando a México como un pivote energético entre América del Norte y Asia.
La terminal Energía Costa Azul en Baja California, inicialmente concebida como un punto de entrada de gas hacia Estados Unidos, está en proceso de ser transformada en una instalación de exportación que canalizará el gas estadounidense hacia el hambre energético de Asia. Este cambio es emblemático del dinamismo del mercado de gas, impulsado por el auge del fracking en Estados Unidos y la creciente demanda asiática.
Sin embargo, este desarrollo despierta preocupaciones en torno al impacto ambiental y el avance hacia energías más limpias. Mientras Estados Unidos lidera la producción y exportación de gas, el incremento en el uso de este recurso genera interrogantes sobre el retraso en la transición energética global hacia opciones más sostenibles.
En México, el foco está puesto en la terminal de gas Energía Costa Azul, pero existen planes para una red de instalaciones de exportación a lo largo de su costa oeste. La potencial expansión ha suscitado alarma entre activistas preocupados por el cambio climático y la preservación de ecosistemas sensibles.
La reciente pausa en la aprobación de nuevos proyectos de terminales de exportación en Estados Unidos, ordenada por el gobierno de Biden, refleja la creciente inquietud sobre las implicaciones climáticas del gas natural. Esta medida también ha repercutido en proyectos mexicanos, poniendo en evidencia la interconexión de las políticas energéticas y ambientales de ambos países.
La posibilidad de que México se convierta en un destacado exportador de gas plantea un dilema: mientras promete beneficios económicos y de empleo, también confronta a la sociedad con las urgentes necesidades de protección ambiental y mitigación del cambio climático. El futuro de estas iniciativas, enmarcado por las elecciones presidenciales en México y Estados Unidos, podría definir el curso del mercado energético y las políticas climáticas para las próximas décadas.