Muchos han observado que el Viernes Santo, una fecha clave dentro de la Semana Santa, se caracteriza por la presencia de lluvias por la tarde. Este fenómeno, que ha capturado la imaginación y la espiritualidad de muchos, tiene una explicación científica que desmitifica cualquier misterio asociado.
La Semana Santa, periodo que conmemora la muerte de Jesucristo en la cruz, se celebra en una fecha variable entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Este rango de fechas cae en plena primavera, una estación conocida por su clima inestable, especialmente en ciudades como la capital de México, donde el patrón climático puede fluctuar significativamente en cuestión de horas.
La creencia popular sugiere que las lluvias durante el Viernes Santo simbolizan el luto celestial por la muerte de Jesús. Sin embargo, la realidad se asienta en los ciclos naturales de la tierra y los patrones climáticos de la primavera. Durante esta estación, las condiciones atmosféricas son propensas a cambios rápidos, lo que puede conducir a un aumento en la probabilidad de precipitaciones, especialmente en las tardes.
La ubicación temporal de la Semana Santa, siempre dentro de la estación primaveral, juega un papel crucial en la recurrencia de estas lluvias. Este periodo se caracteriza por una mezcla de calor diurno que puede dar paso a enfriamientos vespertinos y, eventualmente, precipitaciones. Este ciclo natural explica por qué las lluvias parecen seguir al Viernes Santo cada año.
Es importante destacar que la probabilidad de chubascos aumenta por la tarde durante toda la primavera, independientemente de la celebración en curso. Sin embargo, la coincidencia con el Viernes Santo y el contexto emocional y simbólico que rodea esta fecha hacen que el fenómeno sea más notable y objeto de curiosidad y especulación.
De acuerdo con el pronóstico del Servicio Meteorológico Nacional, este viernes 29 de marzo la temperatura máxima estará arriba de los 30 grados en la capital del país, y hasta el momento no se prevén lluvias para ese día.