Enero es percibido como el mes más largo del año, y la ciencia ofrece explicaciones a esta sensación. Tras el fin de las festividades decembrinas, el cerebro enfrenta un cambio significativo en la percepción del tiempo. La dopamina, neurotransmisor asociado con la felicidad, se libera en grandes cantidades en la época navideña, debido a que pasamos los días en familia, y regresar a la aburrida rutina de enero puede crear un contraste significativo.
Zhenguang Cai, especialista en percepción del tiempo, señala que el regreso a la rutina laboral post-vacaciones aumenta la sensación de aburrimiento, haciéndonos sentir que enero avanza más lento. La falta de motivación y de días festivos en enero contribuyen a esta percepción.
La actitud también juega un papel crucial. Al igual que la espera en un restaurante puede sentirse diferente según el estado de ánimo, la actitud con la que enfrentamos enero después de diciembre afecta cómo experimentamos su duración. Las deudas acumuladas durante las festividades y la presión de cumplir con nuevos objetivos y propósitos pueden aumentar la sensación de lentitud.
Adicionalmente, el clima invernal influye en nuestra percepción del tiempo. Los días más cortos y el frío hacen que levantarse por las mañanas sea más difícil, afectando nuestro estado de ánimo y percepción.
Es decir, son varios factores que se combinan para que enero parezca un mes interminable. A medida que avanza el mes, la expectativa de febrero comienza a ser un alivio para muchos.