El Día de Muertos es una celebración fundamental en la cultura mexicana, donde la calaverita de azúcar se destaca como un símbolo significativo. Estos dulces, que representan calaveras, tienen una historia rica que mezcla influencias prehispánicas y coloniales, reflejando la profunda relación de los mexicanos con la muerte.
Las raíces del culto a la muerte se encuentran en culturas mesoamericanas como la azteca y la maya, que consideraban la muerte un ciclo esencial de la vida. Antes de la llegada de los españoles, los pueblos indígenas rendían homenaje a sus difuntos con ofrendas que incluían objetos simbólicos y alimentos, creando un vínculo con los espíritus en su tránsito al inframundo.
Con la colonización española en el siglo XVI, muchas tradiciones indígenas se transformaron para integrarse al catolicismo. La fusión del Día de Muertos con el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos dio origen a la festividad contemporánea, donde el azúcar, introducido por los europeos, permitió la creación de calaveras de azúcar, que simbolizan una conexión dulce y respetuosa con la muerte.
Hoy en día, las calaveritas de azúcar adornan los altares en las ofrendas del Día de Muertos, acompañadas de elementos tradicionales como flores, pan de muerto y fotografías de los difuntos. Estas calaveritas, que buscan celebrar y recordar a los seres queridos fallecidos, han llegado a representar la celebración de la vida y la muerte en la cultura mexicana, recordándonos que la muerte forma parte del ciclo vital.