En 1824, México celebró la primera elección presidencial, un momento fundacional que construyó el camino hacia una democracia que, aún a día de hoy, sigue en evolución. Este acontecimiento marcó el albor de una era de liderazgo constitucional en la nación.
Tras alcanzar su independencia, México se vio ante el desafío de instaurar un gobierno que resonara con las nuevas aspiraciones democráticas de su población. En agosto de 1824, se llevaron a cabo las elecciones federales, donde se eligió al presidente y otros cargos de relevancia, estableciendo un precedente democrático.
Los principales contendientes para la presidencia fueron Guadalupe Victoria, por el Partido Liberal, y Nicolás Bravo, por el Partido Conservador, ambos con un papel destacado en la política y la lucha por la independencia del país.
Además de presidente, las elecciones designaron a un vicepresidente, cargo que recayó en Nicolás Bravo, quien desempeñaría un papel crucial como sustituto constitucional del presidente durante el mismo mandato de cuatro años.
El proceso electoral también contempló la selección de 38 senadores, elegidos por los congresos estatales, quienes participarían en el primer Congreso Constitucional de México, con un período de servicio establecido de cuatro años.
La ceremonia de toma de posesión, inicialmente programada para el 1 de enero de 1825, se adelantó al 10 de octubre de 1824, debido a las circunstancias políticas del momento y la conclusión del gobierno interino.
El esperado día de las votaciones llegó y Guadalupe Victoria emergió victorioso y asumió la presidencia el 10 de octubre de 1824. Junto a él, Nicolás Bravo asumió como vicepresidente, estableciendo el Palacio Nacional como el epicentro del poder ejecutivo en México.
Según expone Ignacio González-Polo: “Victoria, puesto de rodillas, al igual que Bravo, se dirigió a la Asamblea al tomar posesión, y expresó":
Vosotros sois testigos de los sentimientos que me animan en vuestra respetable presencia; el juramento que hoy pronuncian mis labios, se repetirá siempre ante Dios, ante los hombres y la posteridad [...] No omitiré recordar a la benévola consideración de todos mis compatriotas, que la nave del Estado ha de surcar un mar tempestuoso y difícil [...] Peligros no faltan, complicadas son las circunstancias y solo el poder del Regulador de los destinos, la ciencia y previsión de los representantes del pueblo conducirán esta nave al puerto de la felicidad.
Victoria, cuyo mandato se extendió hasta el 31 de marzo de 1829, fue sucedido por Vicente Guerrero. Después de su presidencia, se retiró a su hacienda, aunque continuó influenciando en los asuntos nacionales en tiempos de crisis.