En días futuros, nuestro planeta comenzará la formación del supercontinente Amasia, y los continentes como hoy los conocemos dejarán de tener sentido. Este evento geólogico, proyectado para ocurrir en unos 200 millones de años, transformará radicalmente la faz de la Tierra, uniendo los continentes en una sola masa terrestre alrededor del Polo Norte, a diferencia de su predecesor Pangea, que se ubicó en el ecuador.
Amasia no solo alterará la geografía mundial, sino que también modificará drásticamente la biodiversidad y el clima global. Los cambios esperados incluyen una significativa disminución del nivel del mar y un clima extremadamente seco y caliente en vastas regiones del interior del supercontinente. Estos cambios, aunque fascinantes desde una perspectiva científica, pronostican un futuro en el que la humanidad ya no existirá, dado que las condiciones de vida serán inclementes para las especies tal como las conocemos hoy.
Hablando específicamente de México, el pronóstico es sorprendente: el país se disolverá dentro de esta gigantesca masa continental. Esta fusión de tierras emergentes, impulsada por el lento cierre del Océano Pacífico y el movimiento constante de las placas tectónicas, situará a México y a otros países en latitudes mucho más septentrionales, cerca del actual Polo Norte.
A pesar de que la escala de tiempo de este fenómeno supera por mucho la percepción humana y la existencia esperada de nuestra especie, este conocimiento amplía nuestra comprensión de la dinámica terrestre y concede a la investigación geológica la importancia que rara vez, como especie, le damos.
Eventos de esta magnitud nos recuerdan el papel efímero que tenemos en el planeta y evocan el frío existencialista en el que, por mucho que signifique para nosotros la cultura humana, habrá un día en el que ya no seremos, ni como individuos ni como especie.
