En 1838, un evento aparentemente insignificante en Tacubaya, México, se convirtió en el preludio de un enfrentamiento con la Todapoderosa Francia, evento conocido popularmente como la Guerra de los Pasteles. Este conflicto, originado por el reclamo del pastelero francés Remontel tras un presunto saqueo militar, escalaría hasta involucrar demandas francesas de compensación económica y ventajas comerciales, exacerbando las tensiones entre ambos países.
El 16 de abril de 1838 marcó el inicio formal de las hostilidades, con Francia imponiendo un bloqueo a México exigiendo $600,000 pesos y condiciones comerciales preferentes. La situación interna de México, marcada por inestabilidades políticas y recientes pérdidas territoriales como la de Texas, lo colocaba en una posición vulnerable frente a las ambiciones francesas de expandir su influencia en América.
Expertos como Raúl González Lezama afirman que las demandas francesas por compensaciones exorbitantes eran una simple excusa sustentada en la fuerza bélica para continuar con los fines expansionistas de uno de los Ejércitos más poderosos de ese momento, desatando un oscuro capítulo en las relaciones México-Francia.
El bloqueo francés a Veracruz, el puerto comercial más importante de México, tuvo un impacto económico devastador, y exacerbó los siempre presentes problemas internos mexicanos. México se vio forzado a aceptar las demandas francesas tras la mediación de Inglaterra, preocupada por sus propios intereses comerciales y estratégicos en la región.
Finalmente, el 9 de marzo de 1839, México acordó pagar los $600,000 pesos en plazos, concluyendo el bloqueo y la intervención francesa. Sin embargo, la Guerra de los Pasteles reveló vulnerabilidades estructurales en el joven Estado mexicano y presagió futuros conflictos territoriales y externos, pues este solo era el comienzo de lo que México tendría que enfrentar para poder llegar a ser el país que es hoy en día.